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En plena guerra arancelaria, la Comisión Europea grava la importación de fertilizantes rusos con una nueva subida de impuestos para reducir la dependencia de Vladimir Putin. Y, frente a las quejas de los agricultores que temen pagar la factura, propone buscar otros orígenes sin más transición. Las dudas han encendido el debate sobre el futuro de unos insumos que son capitales para la productividad agraria.
El inicio de la guerra de Rusia en Ucrania, hace cuatro años, y ahora la declarada por Donald Trump contra el sistema económico mundial, han llevado a la Unión Europea a una situación inédita desde la Segunda Guerra Mundial que obliga a reevaluar estratégicamente algunas relaciones diplomáticas, geopolíticas, comerciales e, incluso, el origen de fuentes de suministros e intercambios para sostener el aprovisionamiento de materias primas elementales para la producción de bienes y servicios.
El escenario más complejo tiene que ver con el Kremlin por las sanciones que viene imponiendo Bruselas desde 2014 cuando invadió la península de Crimea; aquella primera crisis dio lugar al “veto ruso” para todas las importaciones agroalimentarias europeas, y sin preverlo entonces, fue el germen de la actual contienda que ha dejado al descubierto las consecuencias de una peligrosa dependencia del gas y, de forma indirecta, de la producción de uno de los insumos cruciales para garantizar la productividad agrícola y alimentaria.
Desde la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (ANFFE), aseguran que “Rusia está exportando a unos precios claramente inferiores, y muy por debajo de los costes de producción europeos, ya que dispone de un gas subvencionado y unos estándares ambientales más permisivos; lo que pone en serio riesgo la supervivencia de la industria de la Unión Europea”, explica Paloma Pérez, directora general.
En este sentido, la escalada bélica contra Ucrania -que ha solicitado entrar en la Unión-, ha desencadenado una respuesta arancelaria adicional contra el régimen de Vladimir Putin que encarecerá la llegada de estos bienes básicos como son los fertilizantes. Y así lo ratificó en marzo la Comisión.
La UE importó un 75% más
Europa importa de Rusia materias primas y productos terminados, fundamentalmente urea, si hablamos de nitrogenados, pero también otros abonos complejos. Unas operaciones que han ido en aumento en los últimos años, especialmente los de mayor valor añadido, según la responsable de ANFFE.
“Con datos de Aduanas (Agencia Tributaria), las importaciones de fertilizantes rusos han rondado el año pasado las 400.000 toneladas, un 75 por ciento superiores a las del anterior, siendo Rusia el tercer suministrador”, explica Paloma Pérez. Por eso, avalan la subida de aranceles para romper con una dependencia creciente que, sin embargo, ha generado un complejo debate en el sector agrario, por el temor que se ha despertado entre los productores, -representados en el Comité de Organizaciones Agrarias y de Cooperativas, el COPA-COGECA-, de acabar pagando la factura del impacto en los precios de los abonos, tan importantes para garantizar el resultado de sus cosechas, especialmente de cereales y de otros herbáceos.
Ignacio Senovilla, presidente de la Alianza para una Agricultura Sostenible (ALAS), habla de un sobrecoste de hasta 45 euros por tonelada, según los propios cálculos del comité. Y añade que “los fertilizantes naturales representan el 30% de los costes variables de cualquier sector que en el caso de los cereales sube al 40, o en las oleaginosas, hasta el 45 por ciento”.
Piden alternativas y tiempo
El problema que vislumbra Senovilla, y las organizaciones que integran ALAS, es que “la Unión Europea no dispone de la suficiente capacidad de producción para satisfacer la demanda de abonos minerales por parte de los agricultores, y es por eso que debe importar de Rusia o de otros países como Marruecos”. Asimismo, estima que para disponer de alternativas “hace falta tiempo para reforzar esa autonomía estratégica en cualquier insumo, y la realidad nos dice que, en general, las autoridades europeas no han priorizado criterios científicos en la protección de la innovación destinada a los agricultores para abordar retos como el Cambio Climático, la sostenibilidad de las explotaciones o la competitividad con países terceros”.
En el Ministerio de Agricultura (MAPA), la directora general de Recursos Agrarios y Seguridad Alimentaria, Ana Rodríguez, dice comprender ambas posiciones, aunque se muestra favorable a que Europa alcance la autonomía estratégica, también en el ámbito de los fertilizantes “donde se ha detectado un aumento de la dependencia, por la subida de las importaciones de nitrogenados”. Considera que “solo un tejido fuerte permitirá que evolucionen los procesos de fabricación, incorporando las orientaciones políticas de descarbonización y economía circular para asegurar un suministro regular de fertilizantes de calidad y sostenible, y a precios asequibles”.
Por ello, la industria española de abonos urge a romper con Rusia, y alega que existen mercados alternativos, también próximos a Europa “con grandes reservas de materias primas como roca fosfórica o gas, como son Marruecos, Argelia o Egipto”, indica Pérez de ANFFE que añade que “un suministro de estos países evitaría el riesgo de posibles oscilaciones o manipulación de precios, garantizando la estabilidad necesaria para que los fabricantes puedan seguir operando”.
La directora general del MAPA recuerda que “la propuesta de aranceles de la Comisión incluye medidas de mitigación en caso de subida de precios que distorsionen el mercado” por lo que se muestra favorable a diversificar las fuentes de importación con socios fiables. “El modelo de autonomía estratégica abierta también pasa por explotar los recursos en suelo europeo, como por ejemplo en Alemania y España que son productores de potasa”.
Hansen negociaría con EE.UU.
De momento, hay varios escenarios abiertos. Incluso el comisario de Agricultura, Christophe Hansen, sugiere una alternativa que podría contribuir a pacificar la otra guerra comercial abierta por los Estados Unidos que ha desestabilizado la economía, agitando ya los índices de estos insumos. Tras su visita oficial a España, sin que las relaciones diplomáticas hubieran alcanzado todavía el punto álgido de tensión, como se ha visto después con la publicación de las tablas arancelarias de Trump, planteó negociar con este país un contrato de suministro de fertilizantes.
Y hay un hecho. Estados Unidos “ha aumentado enormemente la exportación de gas licuado a Europa desde 2021, lo que también ha contribuido a reducir la dependencia del gas ruso”, recuerda Ana Rodríguez. Como consecuencia del fuerte aumento del precio del gas, algunas plantas europeas de producción de nitrogenados tuvieron que cerrar, y aunque pocos meses después pudieron reabrir, “hay un 30 por ciento de la capacidad de producción instalada que no se ha podido recuperar ni entrar en funcionamiento”, según ANFFE.
Su directora general rebate así los argumentos de las organizaciones agrarias, y asegura que “se espera que la introducción de estos aranceles a Rusia tenga solamente un impacto marginal en los precios, y prácticamente nulo en la disponibilidad” -explica Pérez- que aporta informes de Argus Media, un “prestigioso proveedor independiente de información en materia de precios y datos de mercado que ha elaborado un estudio que estima que el impacto será únicamente entre 5 y 10 dólares por tonelada de fertilizante”.
Asimismo, añade que según datos de la Dirección General de Agricultura (DG AGRI) de la Comisión, “el aumento sería de 10 euros por tonelada en el precio de la urea, lo que representaría un incremento aproximado del 0,12 por ciento en los costes totales de producción de las explotaciones agrícolas en general, y del 0,24 en las de cultivos herbáceos”.
El otro rumbo de los fertilizantes
Al margen de estos cálculos, el horizonte de trabajo también pasa por explorar nuevas fuentes de materias primas secundarias y energías renovables para desarrollar otros productos que mejoren la absorción y la eficiencia. Por eso, en el MAPA ven “necesario preservar este tejido industrial, creando un clima favorable para la puesta en el mercado de nuevos productos, lo que implica que haya también una normativa ágil que permita la comercialización de fertilizantes eficientes, velando por la inocuidad del producto y su uso”, explica la directora de Recursos Agrarios.
En este contexto, las organizaciones que componen ALAS acaban de presentar en el Parlamento Europeo un manifiesto que también han suscrito una treintena de sectores de la cadena alimentaria, a favor del desarrollo de la agrociencia y la innovación, con propuestas que pasan, por ejemplo, por “promover la mayor eficiencia en el uso de los nutrientes (NUE) fijando un objetivo de incremento en un 10% para 2030”.
También el hidrógeno verde para producir fertilizantes con el aprovechamiento de nutrientes de los residuos “son un ejemplo de cómo este sector puede contribuir también a la proyectada descarbonización”.
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Actualidad
Europa enfría la importación de fertilizantes de Rusia
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Jorge Jaramillo
21/04/2025
En plena guerra arancelaria, la Comisión Europea grava la importación de fertilizantes rusos con una nueva subida de impuestos para reducir la dependencia de Vladimir Putin. Y, frente a las quejas de los agricultores que temen pagar la factura, propone buscar otros orígenes sin más transición. Las dudas han encendido el debate sobre el futuro de unos insumos que son capitales para la productividad agraria.
El inicio de la guerra de Rusia en Ucrania, hace cuatro años, y ahora la declarada por Donald Trump contra el sistema económico mundial, han llevado a la Unión Europea a una situación inédita desde la Segunda Guerra Mundial que obliga a reevaluar estratégicamente algunas relaciones diplomáticas, geopolíticas, comerciales e, incluso, el origen de fuentes de suministros e intercambios para sostener el aprovisionamiento de materias primas elementales para la producción de bienes y servicios.
El escenario más complejo tiene que ver con el Kremlin por las sanciones que viene imponiendo Bruselas desde 2014 cuando invadió la península de Crimea; aquella primera crisis dio lugar al “veto ruso” para todas las importaciones agroalimentarias europeas, y sin preverlo entonces, fue el germen de la actual contienda que ha dejado al descubierto las consecuencias de una peligrosa dependencia del gas y, de forma indirecta, de la producción de uno de los insumos cruciales para garantizar la productividad agrícola y alimentaria.
Desde la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (ANFFE), aseguran que “Rusia está exportando a unos precios claramente inferiores, y muy por debajo de los costes de producción europeos, ya que dispone de un gas subvencionado y unos estándares ambientales más permisivos; lo que pone en serio riesgo la supervivencia de la industria de la Unión Europea”, explica Paloma Pérez, directora general.
En este sentido, la escalada bélica contra Ucrania -que ha solicitado entrar en la Unión-, ha desencadenado una respuesta arancelaria adicional contra el régimen de Vladimir Putin que encarecerá la llegada de estos bienes básicos como son los fertilizantes. Y así lo ratificó en marzo la Comisión.
La UE importó un 75% más
Europa importa de Rusia materias primas y productos terminados, fundamentalmente urea, si hablamos de nitrogenados, pero también otros abonos complejos. Unas operaciones que han ido en aumento en los últimos años, especialmente los de mayor valor añadido, según la responsable de ANFFE.
“Con datos de Aduanas (Agencia Tributaria), las importaciones de fertilizantes rusos han rondado el año pasado las 400.000 toneladas, un 75 por ciento superiores a las del anterior, siendo Rusia el tercer suministrador”, explica Paloma Pérez. Por eso, avalan la subida de aranceles para romper con una dependencia creciente que, sin embargo, ha generado un complejo debate en el sector agrario, por el temor que se ha despertado entre los productores, -representados en el Comité de Organizaciones Agrarias y de Cooperativas, el COPA-COGECA-, de acabar pagando la factura del impacto en los precios de los abonos, tan importantes para garantizar el resultado de sus cosechas, especialmente de cereales y de otros herbáceos.
Ignacio Senovilla, presidente de la Alianza para una Agricultura Sostenible (ALAS), habla de un sobrecoste de hasta 45 euros por tonelada, según los propios cálculos del comité. Y añade que “los fertilizantes naturales representan el 30% de los costes variables de cualquier sector que en el caso de los cereales sube al 40, o en las oleaginosas, hasta el 45 por ciento”.
Piden alternativas y tiempo
El problema que vislumbra Senovilla, y las organizaciones que integran ALAS, es que “la Unión Europea no dispone de la suficiente capacidad de producción para satisfacer la demanda de abonos minerales por parte de los agricultores, y es por eso que debe importar de Rusia o de otros países como Marruecos”. Asimismo, estima que para disponer de alternativas “hace falta tiempo para reforzar esa autonomía estratégica en cualquier insumo, y la realidad nos dice que, en general, las autoridades europeas no han priorizado criterios científicos en la protección de la innovación destinada a los agricultores para abordar retos como el Cambio Climático, la sostenibilidad de las explotaciones o la competitividad con países terceros”.
En el Ministerio de Agricultura (MAPA), la directora general de Recursos Agrarios y Seguridad Alimentaria, Ana Rodríguez, dice comprender ambas posiciones, aunque se muestra favorable a que Europa alcance la autonomía estratégica, también en el ámbito de los fertilizantes “donde se ha detectado un aumento de la dependencia, por la subida de las importaciones de nitrogenados”. Considera que “solo un tejido fuerte permitirá que evolucionen los procesos de fabricación, incorporando las orientaciones políticas de descarbonización y economía circular para asegurar un suministro regular de fertilizantes de calidad y sostenible, y a precios asequibles”.
Por ello, la industria española de abonos urge a romper con Rusia, y alega que existen mercados alternativos, también próximos a Europa “con grandes reservas de materias primas como roca fosfórica o gas, como son Marruecos, Argelia o Egipto”, indica Pérez de ANFFE que añade que “un suministro de estos países evitaría el riesgo de posibles oscilaciones o manipulación de precios, garantizando la estabilidad necesaria para que los fabricantes puedan seguir operando”.
La directora general del MAPA recuerda que “la propuesta de aranceles de la Comisión incluye medidas de mitigación en caso de subida de precios que distorsionen el mercado” por lo que se muestra favorable a diversificar las fuentes de importación con socios fiables. “El modelo de autonomía estratégica abierta también pasa por explotar los recursos en suelo europeo, como por ejemplo en Alemania y España que son productores de potasa”.
Hansen negociaría con EE.UU.
De momento, hay varios escenarios abiertos. Incluso el comisario de Agricultura, Christophe Hansen, sugiere una alternativa que podría contribuir a pacificar la otra guerra comercial abierta por los Estados Unidos que ha desestabilizado la economía, agitando ya los índices de estos insumos. Tras su visita oficial a España, sin que las relaciones diplomáticas hubieran alcanzado todavía el punto álgido de tensión, como se ha visto después con la publicación de las tablas arancelarias de Trump, planteó negociar con este país un contrato de suministro de fertilizantes.
Y hay un hecho. Estados Unidos “ha aumentado enormemente la exportación de gas licuado a Europa desde 2021, lo que también ha contribuido a reducir la dependencia del gas ruso”, recuerda Ana Rodríguez. Como consecuencia del fuerte aumento del precio del gas, algunas plantas europeas de producción de nitrogenados tuvieron que cerrar, y aunque pocos meses después pudieron reabrir, “hay un 30 por ciento de la capacidad de producción instalada que no se ha podido recuperar ni entrar en funcionamiento”, según ANFFE.
Su directora general rebate así los argumentos de las organizaciones agrarias, y asegura que “se espera que la introducción de estos aranceles a Rusia tenga solamente un impacto marginal en los precios, y prácticamente nulo en la disponibilidad” -explica Pérez- que aporta informes de Argus Media, un “prestigioso proveedor independiente de información en materia de precios y datos de mercado que ha elaborado un estudio que estima que el impacto será únicamente entre 5 y 10 dólares por tonelada de fertilizante”.
Asimismo, añade que según datos de la Dirección General de Agricultura (DG AGRI) de la Comisión, “el aumento sería de 10 euros por tonelada en el precio de la urea, lo que representaría un incremento aproximado del 0,12 por ciento en los costes totales de producción de las explotaciones agrícolas en general, y del 0,24 en las de cultivos herbáceos”.
El otro rumbo de los fertilizantes
Al margen de estos cálculos, el horizonte de trabajo también pasa por explorar nuevas fuentes de materias primas secundarias y energías renovables para desarrollar otros productos que mejoren la absorción y la eficiencia. Por eso, en el MAPA ven “necesario preservar este tejido industrial, creando un clima favorable para la puesta en el mercado de nuevos productos, lo que implica que haya también una normativa ágil que permita la comercialización de fertilizantes eficientes, velando por la inocuidad del producto y su uso”, explica la directora de Recursos Agrarios.
En este contexto, las organizaciones que componen ALAS acaban de presentar en el Parlamento Europeo un manifiesto que también han suscrito una treintena de sectores de la cadena alimentaria, a favor del desarrollo de la agrociencia y la innovación, con propuestas que pasan, por ejemplo, por “promover la mayor eficiencia en el uso de los nutrientes (NUE) fijando un objetivo de incremento en un 10% para 2030”.
También el hidrógeno verde para producir fertilizantes con el aprovechamiento de nutrientes de los residuos “son un ejemplo de cómo este sector puede contribuir también a la proyectada descarbonización”.
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